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Vivir en la ciudad

La evolución de la vivienda urbana que integra espacialidad interior con patios exteriores retoma la identidad de la tradicional casa-patio.

Al fin de esta década, en la Argentina, más del 90% de los habitantes vivirán en centros urbanos. Pero esto no sucederá generando un crecimiento en las densidades de las áreas centrales con mayor infraestructura (que han crecido en superficie construida pero no en cantidad de habitantes), sino que será, en gran medida, extendiendo y saturando las áreas periféricas, conurbanas, suburbanas y exaurbanas1, es decir las áreas con menor soporte infraestructural de nuestras ciudades2. Este fenómeno, basado en las lógicas impuestas por el valor del metro cuadrado impuesto por el mercado y no por políticas de planeamiento urbano además, abre la posibilidad de que las manchas urbanas se extiendan en el territorio, se concentren y finalmente se conviertan en proto-metrópolis.
El crecimiento urbano es un proceso muchas veces asociado a aspectos negativos, relacionados con el hacinamiento, la saturación, la impermeabilización del suelo y la falta de espacios verdes, entre otros problemas. Generalmente, estas críticas a la ciudad como organismo dinámico tienen asidero sobre todo cuando el crecimiento es desmedido y dejado a merced de pocos actores, principalmente relacionados con la especulación inmobiliaria, y también cuando los procesos se desarrollan sin políticas de planificación acertadas, validando, sobretodo, el poco usufructo de las infraestructuras y de las capacidades constructivas. Pese a esta mirada, también son distinguidas y disfrutadas por todos las múltiples virtudes que se obtienen al vivir en ciudades, como ser, principalmente, la economía de recursos, la diversidad tipológica, las oportunidades de servicios, la eficiencia de la infraestructura de servicios (redes de luz, agua potable, cloacas, iluminación, recolección de residuos y demás servicios urbanos) y el valor sociocultural. Es ideal entonces generar un equilibrio, con densidades y centralidades medidas que permitan utilizar eficientemente los recursos, mensurar las distancias para evitar impactos desfavorables en los medios de transporte y generar normativas e interpretaciones que aporten a la calidad de vida.
Cuando todo eso no está instrumentado ni organizado es cuando prevalece el rol del arquitecto (como proyectista individual) y su capacidad diferencial para encontrar las herramientas adecuadas para generar identidad y aportar espacialidades que mejoren la experiencia del habitar. Los edificios seleccionados en estas páginas intentan exponer diversas soluciones que enriquecen el aporte de la arquitectura a la construcción de la ciudad en todos sus términos posibles. Este fenómeno de crecimiento desordenado en donde las ciudades tendieron concentrarse hacia los centros urbanos manteniendo una baja escala en las periferias ha marcado el espíritu de muchas ciudades argentinas, como ser Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Tucumán, Mendoza, etc . Esto se vio favorecido por una matriz socioeconómica que remplazaba la industria por las áreas de servicio y los procesos especulativos, fenómeno que se enfatizo luego hacia los años ´90. Las centralidades agudizaron su morfología alcanzando grandes alturas gracias a las torres de vivienda y la explosión de los edificios corporativos y paralelamente se evidenció el crecimiento de las áreas informales, conurbanidades, suburbanidades y su hiperdensidad.

A fines de los años ´90 y principios de los 2000 una serie de tipologías surge en los barrios menos densos, sobretodo de la Ciudad de Buenos Aires, aprovechando el código de planeamiento vigente3 que para ciertas tipologías permitía volúmenes de escala urbana (de 3 a 5 pisos) pero que en algunos lotes específicos, con poca superficie a construir, permitían y alentaban la incorporación de grandes vacios, tanto semicubiertos privados para las unidades como espacios comunes, por lo cual . El gran aporte de estos proyectos que se desarrollaron en este contexto fue el de mantener la espacialidad y generar mayor relación entre los espacios cubiertos y los semicubiertos, algo que eran rasgos de identidad manteniendo el ADN de la típica casa chorizo o casa patio, herencia genética del tejido de todas las ciudades Argentinas. Así una serie de desarrollos, denominados popularmente como PH’s Urbanos, como por ejemplo el edificio de la calle Uriarte 1719 del estudio AFRa (construido en el año 2002), el edificio de la calle Grecia 3191 de los arquitectos Díaz Varela y Sartor, los PH urbanos desarrollados en el barrio de Palermo del estudio Arquitectonika, entre muchos otros, han marcado el rumbo hacia una concepción donde el arquitecto podía encontrar dentro del código existente y las necesidades o presiones del mercado, un espacio para el desarrollo de viviendas con riqueza espacial y áreas de expansión, que sin duda revalorizaron el concepto de vivir en la ciudad. Esta tipología de edificios en propiedad horizontal, desarrollada sobretodo en áreas urbanas de media y baja densidad, retoma la identidad, como dijimos, de la tradicional casa patio, trasladando la relación original que los ambientes tenían con la expansión central a una relación entre las unidades y el patio central. En estas páginas decidimos abordar una serie de proyectos recientes, que heredan en parte estas búsquedas y tipologías urbanas y que por sobretodo ponderan y proyectan el valor de vivir en la ciudad, proponiendo espacios de calidad, conformando ya una identidad que se distingue y evoluciona como una característica de las ciudades argentinas.

  1. Los términos counurbano y suburbano responden a las áreas periféricas de las ciudades. En cambio, el término “exaurbano”, acuñado por el arquitecto argentino radicado en EEUU Mario Gandelsonas, apunta a identificar los procesos de urbanizaciones exentas del tejido, como los barrios privados desarrollados en las afueras de los principales centros urbanos.
  2. Recién para 2050 se prevé que toda el área metropolitana cuente con servicio de cloaca y agua potable, Fuente AySA.
  3. Como ejemplo la tipología R2b1 del Código de Planeamiento de la Ciudad de Buenos Aires, permitía hasta 3 pisos más un retiro, pero, sin embargo, en ciertos lotes con poco FOT se podía construir menos que la totalidad del volumen. Esto permitió generar grandes áreas semicubiertas o descubiertas para las unidades, así como espacios comunes.