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La máquina educativa

Más allá de la hibridación del lenguaje moderno, la escuela Presidente Sarmiento emblema de la ciudad de Córdoba, no solo responde al concepto de escuela palacio, sino que esta resuelta dentro de la tipología de edificios volcados hacia el patio interior, y organizadas a partir del eje de simetría.

Después de un complejo proceso político, en 1936, Amadeo Sabattini ganó la gobernación de la provincia de Córdoba. El triunfo de Sabattini, joven médico ubicado en el ala más combativa de la UCR, pudo ser posible gracias a la derrota de los sectores más moderados de su partido, y del fracaso del partido conservador local. Como lo explica César Tcach, Sabattini representaba, “la honestidad administrativa, la democracia política, y un nacionalismo razonable, alejado de tentaciones totalitarias.” Mientras que la nación, bajo la presidencia de Agustín P. Justo, se hallaba marcada por la corrupción del partido conservador y el fraude electoral, Córdoba emergía como una isla donde funcionaba impecablemente el sistema democrático. Cuando en Mayo, Sabattini asume la gobernación, lo hace con un lema, que no solo va a signar su administración, sino que además va a influir en el posterior desarrollo de la provincia: “Agua para el norte, caminos para el sur y escuelas para toda la provincia”. Efectivamente, entre los años 1936 y 1940, Sabattini impulsó un profundo proceso de transformación de la provincia que concebía a la actividad agropecuaria como la punta de lanza para la industrialización. Puso en funcionamiento un amplio plan de obra pública que incluía la construcción de caminos y diques –Cruz del Eje, La Viña, Nuevo San Roque y Los Alazanes-, para potenciar la energía eléctrica, además del vasto plan que construyó más de un centenar de escuelas en todo el territorio provincial. El plan de las llamadas “escuelas de Sabattini”, no implicaba solo la construcción de nuevos edificios, sino la implementación de un innovador proyecto pedagógico. Las escuelas fueron proyectadas desde la Dirección de Trabajos Públicos del Ministerio de Obras Públicas de la Provincia, que para esa época tenía a Nicolás Juárez Cáceres como subdirector, y que supo imprimir su pensamiento modernizador a las producciones de la dependencia, haciéndose eco del proyecto pedagógico puesto en funcionamiento. Juárez Cáceres había nacido en Santiago del Estero en 1906, graduándose de arquitecto por la Escuela de Arquitectura de la Universidad Nacional de Córdoba en 1936. Al inicio de su carrera trabajó para Ángel Lo Celso, uno de los modernizadores de la arquitectura cordobesa a partir de la introducción de la estilística art deco.

El plan de las escuelas preveía la construcción de los edificios en barrios aún no consolidados, o incluso en el borde mismo de ciudades y pueblos para que actúen como foco de desarrollo y como polo de atracción para la población suburbana y semi rural. Para la ciudad de Córdoba, Sabattini, propone cuatro grandes escuelas, que continúen la tradición de las escuelas-palacio, para las cuales el propio Juárez Cáceres selecciona terrenos en esquinas en sectores de la ciudad en desarrollo. Si bien interviene en el proyecto de las cuatro primeras, escuelas Presidente Rivadavia y Mariano Moreno, de 1937, Presidente Yrigoyen, de 1938 y Roque Sáenz Peña de 1939, será en la quinta y última de la serie, la Escuela Presidente Sarmiento, también de 1939, en la que tome a su cargo la totalidad del proyecto tal como aparece expresado en la publicación del edificio, en el número 236 de Agosto de 1940 de la Revista de Arquitectura, editada por la Sociedad Central de Arquitectos de Buenos Aires.

Tanto para la obra general de las escuelas, como para la particular de las escuelas emblema de la ciudad de Córdoba, la Dirección de Trabajos Públicos, había seleccionado un lenguaje modernizador en el que basculaban influencias del primer racionalismo y del art deco. Las nuevas escuelas actuaron como vehículo de expresión de la política educativa de Sabattini a través de la puesta en funcionamiento de la modernización del lenguaje arquitectónico. Unas pocas obras contemporáneas al plan escolar –el edificio Sudamericana, de Antonio Vilar y Jaime Roca, de 1936, el Mota Reyna, de Jaime Roca, de 1937, la sede del Automóvil Club Argentino, de Antonio Vilar, de 1937 y el Gimnasio Provincial del propio Juárez Cáceres, de 1937- habían introducido la arquitectura moderna en la ciudad; y el plan escolar, en una versión más híbrida, acompañó y amplificó la difusión de la arquitectura moderna en Córdoba. Pero en el caso específico de la escuela Sarmiento, Juárez Cáceres da un paso más.

Más allá de la hibridación del lenguaje moderno, las escuelas emblema de la ciudad de Córdoba, no solo respondían al concepto de escuela palacio, sino que estaban resueltas dentro de la tipología de edificios volcados hacia el patio interior, y organizadas a partir del eje de simetría generado por la esquina, en una versión monumentalista, cercana en algunos casos, a la obra de Francisco Salamone. En la escuela Sarmiento, Juárez Cáceres deja de lado el producto formal elaborado para el plan, y aplica una serie de estrategias que lo acercan definitivamente a los lineamientos del modernismo corbusierano. En un difícil terreno triangular, aprovecha la pendiente hacia el río Suquía para colocar las viviendas del director y del portero en el nivel más bajo, creando un basamento elevado respecto de la calle donde apoya el cuerpo laminar de aulas orientadas hacia el noroeste, con las circulaciones verticales en ambos extremos: el ascensor y la escalera acusada sobre la fachada, en uno, y la rampa, la primera construida en Córdoba, sobre el otro. Juárez Cáceres cruza el cuerpo laminar con un bloque perpendicular donde se ubica el salón de actos en la planta baja, y las aulas especiales en los pisos altos. Además de la severa aplicación del lenguaje moderno, la gran novedad de la escuela Sarmiento reside en la relación que establece la escuela con la ciudad. La planta baja elevada, la proyección del cuerpo laminar sobre las esbeltas columnas cilíndricas, la amplia exposición del salón de actos, el patio abierto hacia la calle, hacen de la escuela una maquinaria que visibiliza el funcionamiento del proceso educativo. El valor del plan Sabattini residió en democratizar la educación al mismo tiempo que consolidaba la ciudad, y el proyecto de Juárez Cáceres supo hacer de la arquitectura una bandera para el plan.